El abuso del alcohol tiene efectos negativos y empobrecen la calidad de vida del dependiente en todos los sentidos. Una de las pruebas infalibles para ver que nos enfrentamos a un caso de alcoholismo es el consumo excesivo. Pero la normalización social ha conseguido que se pase por alto. Al menos, hasta que la bebida comienza a hacer estragos en la vida del afectado.
El cambio de perfil en el alcohólico, como la creencia social de que “el alcohol no es nocivo” dificulta la detección precoz de esta adicción. Son varios los perfiles de alcohólico actuales, pero son solamente algunos de los patrones que podemos destacar. Como pasa con todas las sustancias, el alcohol también tiene efectos a corto y largo plazo y podemos identificar algunos indicios evidentes para solicitar la ayuda de un profesional de las adicciones.
Efectos del consumo de alcohol a corto plazo
El abuso del alcohol afecta a la calidad de vida de las personas. Como otras sustancias contiene agentes nocivos para la salud. Algunas de las consecuencias a corto plazo de la ingesta en grandes cantidades de alcohol pueden ser:
- Pérdida de la capacidad de razonamiento
- Pérdida de memoria a corto plazo y capacidad de entendimiento defectuosa
- Sensación de acaloramiento
- Mala articulación de las palabras
Además, cabe señalar que la ingesta excesiva de alcohol produce la denominada “resaca”. Esta trae consigo reacciones negativas como náuseas, dolores de cabeza, debilidad, inestabilidad y en ocasiones, vómitos.
Efectos del consumo de alcohol a largo plazo
Los efectos del consumo excesivo no solo se aprecian en el corto plazo. Si la persona afectada consume alcohol de manera prolongada, a los efectos inmediatos se suman graves problemas de salud y dificultades para relacionarse con su entorno.
Una de las consecuencias directas del consumo prolongado de alcohol es la tolerancia a la bebida, lo que provoca una capacidad de beber más. Es decir, para llegar al ‘efecto deseado’ hacen falta más consumiciones. Esto a su vez, deriva en el también conocido ‘síndrome de abstinencia’ cuando no se tiene acceso al consumo. Dejar de beber de manera brusca puede desembocar en insomnio, ansiedad, falta de apetito, depresión, convulsiones y en los casos más extremos en el denominado “Deliriums Tremens”.
Por otro lado, el deterioro físico es evidente, pudiendo incluir problemas de hígado e incremento del riesgo de enfermedades cardiacas, etc. Tampoco podemos olvidar que el alcohol puede conducir a la violencia y a la falsa sensación de control.
La influencia negativa del alcohol también puede afectar al estado de ánimo. Influyendo en las relaciones personales y a nivel profesional.
Ganarle la batalla tiene efectos inmediatos en la calidad de vida. Experimentando una mejoría a nivel de salud y de las relaciones sociales. Creer en Impasse es apostar por un profesional con más de 30 años de experiencia que te ayudará a salir adelante.