Lo extraño es vivir: la historia de Kiko y el consumo de porros

Fernando Botana Núñez

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Vamos, Kiko, no me digas que has dejado de ir al psicólogo y que estás otra vez fumando maría. Y no me vengas con que soy un brasas, que más que yo no ha fumado ni el Bob Marley y te entiendo. Poco a gusto se queda uno después de un par de porros, como que nadie puede tocarte las narices porque todo te parece bien. Pero por eso mismo, porque sé de qué va la movida. Y porque hemos sido colegas desde que íbamos al colegio y a mí me alucinas, no hay dos como tú, y eso nunca te lo he dicho porque parecen mariconadas, pero hay cosas que uno tiene que hacer y una era decirte que te admiro.

Que yo he dejado muchas otras cosas por hacer, entre porro y porro poco tiempo me daba para que me importase algo, pero tú has estado ahí, pum, pum, pum, currándotelo, estudiando un oficio, aguantando a la chunga de tu madre, trabajando de sol a sol, entrenándote, intentando que las drogas y la priva no te dejasen en la cuneta. Yo no sé qué buscas en esos cómics que tanto te molan, si tú eres más superhéroe que los de la Marvel, esos tíos tan macizos pero tan lloricas, que no han peleado en la vida la mitad que tú y que jugaban con ventaja porque tenía poderes.

Porque, a ver, Kiko, que yo también he visto películas de esos tíos y tú no venías de otro planeta ni te había dado una radiación tocha. Tus padres no eran dioses, millonarios, científicos, ni el amor y la educación con patas. . Nunca te comiste una rosca, ni has sido un lumbreras, ni has tenido pasta más que para pasar el mes y gracias, eso sí, lo que te costaba menos era pegar fuerte cuando había pelea. A tu madre solo le falta volar en escoba para ser una bruja y tu hermano, como para darte ejemplo…ejemplo de desastre. Tú…parecía imposible que sacaras cabeza.

Porque allí estábamos todos, tíos corrientes, como tú, en el parque, quejándonos de lo difícil que es vivir, de lo jodido que es terminar la enseñanza obligatoria, ya no veas encontrar un trabajo de mierda donde luego no te exploten demasiado, y de cómo nos engaña el gobierno y cómo nos persigue la poli, y lo difícil que es encontrarse una piba legal. Y el porro y la litrona y echarse una risas y quejarse de todo con los colegas para pasar la vida, quién puede pedirnos más si no somos superhéroes.

Pero tú, tan corriente como nosotros, no sé de dónde sacabas esas fuerzas, intentando salir del agujero una y otra vez. Terminaste el colegio y te pusiste a aprender un oficio, un cocinero de la hostia eres, te lo digo yo que he probado tus paellas, y en cuanto tuviste un curro te fuiste a terapia para dejar la marihuana, dos años peleándotelo, y luego recaíste y te parecía que no había servido para nada, que tres años después tuviste que volver al psicólogo y ya no eran solo porros, sino también coca.

No jodas, Kiko ¿cómo que para nada? ¿Tú te has fijado cuántos nos quedamos colgados por el camino durante esos años, sin trabajo, sin estudios, sin futuro, sin ganas de luchar ni de mirarnos a la cara?

Y nosotros, tus amigos, no te animamos en tu pelea, como para animar a otros estábamos. Y un poco de mala leche, también te lo digo, aunque sea un mal rollo reconocerlo, que cuando otro sale de esto es como que te da rabia o que te dices “mira, pues sí que se puede” y entonces te planteas que deberías salir también, esforzarte, intentarlo. Pero es más cómodo decir “el Kiko es un rajado; al Kiko le explotan en el trabajo, es un esclavo del sistema; el Kiko se cree más que los amigos, nos desprecia los porros…

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Y en lugar de animarte a dejarlo, te liamos más. Que ya estabas tú sacando la cabeza, casi no le dabas a las drogas, te habías metido en la hipoteca del piso con ayuda de tu viejo, y tenías un trabajo bien pagado y con horarios de persona normal, que me habías dicho que te querías apuntar otra vez al gimnasio o a hacer senderismo o hasta a una página de esas para conocer tías. Y entonces lo de la pelea. Que sí, tío, que en vez de llevarte con nosotros al agujero teníamos que haberte dicho “Vete bien lejos y no aparezcas más por el barrio”, pero cuando se organizó el lío tú estabas ya tan colgado como nosotros… y la paliza de órdago que te dieron y perder el trabajo de puta madre. Las palmaditas en la espalda que te dimos después no creo que te sirvieran para pagar la hipoteca. Ni para nada. Más que para que sintieras que eras uno de los nuestros. De nuevo.

Y vuelta a trabajos de mierda, de sol a sol y de martes a domingo, como los esclavos pero peor, que a ellos por lo menos les pagaban la comida y la cama y tú tuviste que alquilarle una habitación de tu piso a una tía que resultó ser una petarda, para pagar la hipoteca. Que vuelvas a casa reventado cada noche y fumes, esnifes, bebas…pues qué te voy a decir, que es lo más normal, lo que haría cualquiera de nosotros.

Pero el Kiko no es cualquiera. Tú, tío, sigues con esa fuerza que no está en el catálogo de la Marvel, y te das cuenta otra vez de lo que te joden la vida las drogas y te importas lo suficiente como para decir “no voy a permitirlo”, y vuelves al psicólogo, y te vienes arriba sin nadie que te jalee, más solo que la una, que tú ya sabes que los superhéroes tienen que guardar su secreto y pelear solos, y nadie les comprende a su alrededor, las pibas y los jefes les tratan como a unos pringados y ellos mismos dudan a veces.  Aunque, ahora que lo pienso, hasta los raritos se juntan entre ellos, la Liga de la Justicia, los X Men y todo ese tinglado. Que seguro que tú terminas encontrando otros amigos que no te lleven al hoyo, sino que sumen fuerzas. Y no andas solo, que el psicólogo te está ayudando de nuevo para reactivar esas fuerzas y que te mantengas firme, firme, en no vernos ni drogarte.

Y, gracias a eso, te libraste de ir con nosotros aquel día en el coche.

Así que no digas que te rindes, que dejas la terapia de nuevo. Cuando pases por el barrio y te enteres de que la he palmado en el accidente, te va a dar por pensar que lo extraño es vivir. No solo mantenerse vivo sino, como tú, luchar por vivir. Yo sé que no puedes escucharme, pero mis palabras están ya en tu cabeza. Agárrate a la vida con fuerza, Kiko, por ti y por mí. Con tus super poderes de barrio. De puro tozudo, invencible.

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