Fernando Botana, Director del Centro para el Tratamiento de las Adicciones en Madrid IMPASSE
El sexo forma parte de la naturaleza del ser humano, y podemos afirmar categóricamente que es una parte más de la vida y por tanto algo que en principio podemos decir sin miedo a equivocarnos que es bueno. Ahora bien, el motivo de este artículo no es juzgar la ontología del sexo, si no el momento en que una cosa buena llega a convertirse en un problema para la vida de una persona.
De entrada sería bueno decir que lo malo no es el sexo, lo malo es la adicción, aunque es justo decir que el sexo puede llegar a tener una gran capacidad adictiva precisamente por ser uno de los impulsos más primitivos del ser humano, y por poder convertirse en un medio de conseguir una recompensa inmediata en forma de placer con la cual buscamos refugiarnos ante los problemas cotidianos de la vida.
Cada caso es particular, y es que en cuanto al sexo se refiere, lo que consideramos normal o excesivo depende mucho de la persona y las circunstancias en las que vive. Factores como la cultura, hábitos, sensibilidades morales o religiones, son aquellos que determinan los rangos de actividad sexual normal y actividad excesiva.
Sin embargo, aunque cada caso es único existen factores en común los cuales podemos reconocer fácilmente y que se traducen en forma de un “deseo compulsivo de realizar la conducta adictiva, el cual no se puede controlar y que genera después un malestar interno”. Esta necesidad es una herramienta que utiliza el adicto para reestablecer un equilibrio perdido o calmar su angustia. Por otro lado el deseo sexual llega a ocupar un lugar central, de modo que toda la vida de la persona gira entorno a ello, y el deseo es tan potente que existe una imposibilidad fáctica de dejar de realizar esta conducta. Los intentos fallidos por dejarla pueden llegar a ser demoledores y agravar la adicción. El último factor en común es que el deseo imperioso de tener sexo no se debe solo por la necesidad de obtener una descarga energética liberadora, sino que también trae consigo toda una fantasía frustrada de realización de afectos o contacto afectivo a los que ya no se tiene acceso por circunstancias diversas.
De cualquier manera, estos aspectos generales no son por sino una aproximación demasiado superficial como para poder elaborar un diagnóstico serio. Para ello necesitaríamos profundizar en los niveles específicos de cada caso, de cada persona, para conocer el verdadero problema y alcanzar así una solución para el mismo. Como ya hemos dicho, la conducta sexual compulsiva se produce siempre por unas razones que por lo general podríamos encajarlas dentro de los parámetros anteriormente descritos, pero que todas y cada una de ellas son únicas en cada persona y por la misma razón necesitan un tratamiento personalizado que de soluciones específicas para problemas específicos en cada paciente.
Por todo esto es importante que el adicto habiendo adquirido conciencia del problema, busque un especialista que se centre específicamente en él y encontrar así soluciones a su problema de un modo especializado y no desde un punto de vista generalista y poco eficaz.