La persona sana obtiene placer en conseguir estabilidad y en luchar por su reconquista si la pierde, aprende a conocer sus fragilidades.
La persona que no ha sido adicta nunca se esfuerza por superar los problemas inherentes a la vida, y en ese empeño encuentra un placer a medio y largo plazo.
Tiene una satisfacción en dominar los obstáculos que nos impone la realidad, no solo los externos, en especial los internos, lo “malo” que lleva dentro, las carencias o conflictos que dejaron la crianza con sus figuras parentales, por ejemplo la desvalorización o el sentimiento de abandono, siente satisfacción en afrontar y mejorar por sí mismo y no por la vía “acortada” de las drogas.
¿Y la persona que ha pasado por una adicción?
Desde el inicio del tratamiento de las adicciones invito siempre al adicto a buscar el bienestar, tranquilidad, diversión, paz, serenidad, en los momentos en los que antes consumía y ahora se niega a hacerlo, y no me refiero a la satisfacción de vencer a la tentación, esa es una satisfacción muy efímera o pasajera, se va desvaneciendo siempre. Si no aparece pronto el “gusto de estar sobrio”, de no consumir, de vivir, ganar el combate a una tentación no será suficiente.
Después del duro trance que supone parar de consumir, poco a poco el paciente va respirando más hondo, va durmiendo más profundo y natural, va perdiendo esa prisa por pasar el momento y puede quedarse un ratito en cada escenario del día sin sentirse incomodo, deja de sentirse un extraño entre normales y, con una sonrisa interna, se lanza a vivir.
Al principio siente que es muy fuerte, que podrá con todo, se siente casi eufórico, rejuvenecido y vital. Quiere ayudar, visitar a su abuelita, hacer la compra, estudiar o trabajar, estar con la familia o los amigos.
En un segundo momento de su abstinencia nota el bajón de las alturas, de haber caminado por las nubes, y comienza a notar el peso de la rutina, de los momentos muertos, del vacío del aburrimiento, el dolor del rechazo o el desafecto de alguien cercano…, y por momentos se hunde, atraviesa una crisis invisible, está en peligro.
Normalmente en la fase anterior, cuando caminaba por las nubes, abandona la terapia, terapia que en estos momentos sería para él de vital importancia, dependerá de su capacidad de reacción que pueda retomarla, si lo hace tendrá más posibilidades de superar esta crisis, y si la supera pasará a una tercera fase de estabilización.
Fase de estabilización que se parecerá bastante a la descripción que hacía al comienzo de este artículo refiriéndome a como es la vida de una persona no adicta pero que no será nunca igual.
Una persona que ha dejado la adicción no es como una persona que nunca ha sido adicta. El que fue adicto conoce los atajos hacia la calma, la recompensa rápida, la evasión, la forma de aliviar cualquier momento incómodo.
Una persona que ha sido adicto ha perdido mucho tiempo de entrenamiento en calmar las pequeñas o grandes angustias que provoca vivir, está aprendiendo y todavía sufre un poco más que los demás, tanto por su inexperiencia como por saber que hay remedios mágicos que lo arreglarían más rápido.
Algunos profesionales, la gran mayoría, promulgan desde hace tiempo que “el que llegó a ser adicto lo será para siempre aunque esté en abstinencia, y siempre tendrá que estar alerta para no volver a recaer”, yo nunca diría esto a un paciente, puede que haya algo de verdad en esa declaración, pero es cierto también que la adicción se cura como lo demuestran las decenas de personas que han pasado por nuestro Centro de Tratamiento de Adicciones en Madrid y ahora están totalmente rehabilitadas y no sienten ninguna tentación de volver a consumir.
Eso no quiere decir que no tengan una cierta tendencia a abreviar los encuentros, a buscar su espacio cuando tienen angustia, a escapar de lo que les provoca impaciencia o, en definitiva, a buscar atajos que le den calma pronto cuando perciben un conflicto. Tendrán que estar atentos a las situaciones de riesgo durante muchos años, quizás toda la vida algunos, depende de su historia de adicción.
Hay muchas personas que han caído en una adicción de manera circunstancial y en una edad adulta y que, una vez recuperados, no volverán a recaer jamás, o personas que empezaron jóvenes y a los 30 años, quemadas de consumir, salen definitivamente de ese infierno.
Los ex adictos tienen un camino por delante para reconstruirse (los que antes de engancharse tuvieron una vida sana de adulto) o para construirse como personas (los que comenzaron su adicción antes de madurar del todo), les llevará un tiempo conocerse a sí mismos para ir adquiriendo habilidades emocionales a partir de las actividades relacionales que desarrollen en su vida.
En las sesiones de psicoterapia que proponemos en nuestro centro de tratamiento de las adicciones en Madrid ponemos especial atención en este aspecto de reconstrucción (o construcción) de la persona que ha dejado su adicción.
La mayoría de los pacientes adictos que acuden a mi consulta de psicoterapia en Madrid pasan más tiempo hablando de su vida, de cómo la viven, de cuándo, cómo y qué les hace sentir angustia y cómo responden ante ella, que del consumo de drogas o las conductas adictivas.